

Parecemos vacas, pero no lo somos. Ni nos espantamos las moscas con el rabo, ni tenemos cuernos (o eso creemos), tampoco soltamos boñigas sin buscar un retrete primero, ni pastamos plácidamente en un verde prado. No nos recortan en las fiestas patronales de ningún pueblo, ni nos dan con una vara en el lomo para que vayamos más rápido. En definitiva, que no somos vacas.